El Cid hacia el amanecer
debajo de la loriga reluciente
se viste de acolchados.
Se cubre con armiño blanco.
Van sus piernas
en calzas
adornadas con brillantes.
La camisa fina
en los puños ajustada
con presillas de oro y plata
y su brocado en ancha espalda
acompañado de su espada;
la cortante.
Para temor de los cobardes.
Ahora camina por la corte
tan tranquilamente
con su barba presa
con un cordón en larga trenza
que los infames de Carrión
no pueden mirarlo
de vergüenza.
Dixo en la corte el rey:
- Oid mesnadas,
que el Cid reciba la satisfacción
del agravio recibido.
- Eruditos sois
para encontrar la solución.
- Yo estaré de parte
del que tenga razón.
- Que el Cid demande