RODRIGO Y JIMENA

Con grandes ondas
a Valencia entraban
hasta alcanzar
y subir el alcázar.

La huerta es espesa
y allí todavía
se cimbran las sombras.
Los tules sembrados
resucitan en besos
los días perdidos
cargados de olores.

Azul es el mar como siempre
y se mueren sedientas
sus aguas turgentes.

Se embriagó la carne
golosa de recién casados
largamente contenida.

Estando el sol aun no nacido 
y marchito el deseo satisfecho,
de la inexpugnable torre ufano
mientras su mujer preciosa
ya despierta,
ya reposa;
en lo lejano
para el Cid
tiñen los albores
o tañen los tambores