VENGANZA DE LOS MOROS Y LA BATALLA

Se aglutinan sarracenos ofendidos

hasta llegar a los tres mil.
Numerosos pendones no contables
cercarán al mal nacido y al infiel.
El que nació de pie
y sus seis cientos;
se mueren ya de sed,
se les acaba el pan,
están perdidos.

Saciaran la sed y el hambre
con estruendo de tambores.

A punto de catar la sangre
la tierra se agrieta
por los golpes atrevidos

Las mallas de loriga
salen a la carga
enhorabuena
lanza en ristre
cargan los arzones.

Son ríos que se cruzan
frente a frente
esos batallones

Punzan las espuelas 
las mesnadas
con todos los talones.
Y en hinchadas venas
de sus caballares
convulsionan los sudores
villanos e infanzones.

Habrán coraza y casco
en sangre tinta justiciada
hasta que se consuma la derrota
en la tarde anaranjada.

Ya cayeron seis cientos
de los tres mil cabalgadores
se deshacen las huestes enemigas
se deshacen los unos de los otros
y vagan por los pastos de batalla
sin monturas los injustos.

Abiertos en dos algunos potros
y en el soto valle quiebran lanzas,
se clavan ojo por ojo los calientes
y en la arbolada
diente a diente calurosos.

Se devuelven los mandobles
blandidos por feroces
y el anónimo recuerda
“los moros llaman a Mafómat
“e los cristianos Santi Yague
que es decir Mahoma y a San Tiago.

Los moros muertos mil trescientos ya
algunos caídos del caballo
se defiende a puros espadazos
y los montados
a los de pie van despachando.

Saltan las bellas piedras
de los cascos por mazazos
volando cada yelmo,
tajo a tajo.

Asiste don Rodrigo
con valiente brazo diestro
a Minaya Alvar Fañez,
su estandarte  paladín
y al mismo tiempo
con el siniestro brazo
tres golpes daba
al emir Fariz
y le parte la nariz.

Es un batallador incontenible
sobre su alazán  sin par;
cabalmente insuperable.

Fue así como los moros
se expulsaron del campo.
Pero se fueron lidiando.

Y a Castilla llega la noticia
de que el Cid
saqueó a los moros
perdiendo sólo quince belicosos.

Oro y plata con sangre, lucrados
peones y jinetes, dios mío,
uno por uno acaudalado.

Cumplirá con su manda el Mío Cid
Pagará en la catedral sus misas mil.
Puesto que Dios lo manda así
y también a ser damas ricas
a Elvira y Sol, sus hijas.

Por la noche recaudará derecho
con las moras viudas
ya desnudas.